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Los libros son las alfombras mágicas de la imaginación. Jorge Luis Borges

sábado, 31 de diciembre de 2011

Feliz Año 2012


Y llegan las campanadas
que anuncian la medianoche,
mientras el año Dos mil Once
silente se nos escapa.

Entrando muy despacito
se instala el Dos mil Doce
entre rituales ancestrales,
los fuegos artificiales,
estruendo de pirotecnia,
brindis, saludos, risas, besos,
y con abrazos llenos de esperanza
le damos lugar a un comienzo
que pronto será un final.

Los malos pasos disueltos
con el año que se va,
abordan tristes recuerdos
de los que ya no están más.
La salud lo primordial,
el trabajo una constante,
el dinero necesario,
el amor un corolario.
Lo mejor,  el porvenir,
que trae…  el nuevo año.

Graciela Fioretti-Jyosti
31/12/2012

**Obra registrada**

**Para todo el mundo mis deseos de Paz y prosperidad. Que se puedan erradicar  el hambre y las enfermedades epidemiológicas.**

domingo, 25 de diciembre de 2011

La Navidad y el Cofre de los Deseos


Inmigrante de tierras lejanas, nuestra madre, había dejado a su familia que era muy numerosa, y las únicas noticias que, por aquellos tiempos tenía de ellos, eran por correo.
La algarabía se instalaba en la casa una semana antes de Navidad, para ella ese día era sumamente importante, había deseado una gran familia y la había conseguido.
Tenía incorporada esta festividad por tradición familiar, y estaba dispuesta a que nosotros la siguiéramos manteniendo viva.
Por ese entonces, comenzaban a llegar bellísimas tarjetas portadoras de deseos, eran tantos que mi madre los anotaba en un cuaderno.
Nosotros, no siempre los comprendíamos, pero también estaban presentes los más conocidos, salud, paz, bienestar, prosperidad…

Muchas cosas no se perciben cuando uno es niño, en Nochebuena esperábamos despiertos hasta las doce de la noche para ver si Papá Noel llegaba con su gran bolsa de regalos, pero nunca lo pudimos ver, entonces nos quedábamos dormidos y a la mañana siguiente corríamos hasta el árbol de Navidad, y allí los regalos que, no siempre, eran lo que habíamos pedido, igual estábamos felices, atravesábamos años difíciles.
Nuestro padre trabajaba todo el día y casi no lo veíamos, en cambio, nuestra madre, se sentaba en su sillón preferido y mientras contemplaba la alegría que teníamos con los obsequios, ella tomaba el cuaderno y leía en voz baja todos los deseos que había recogido de las tarjetas y de las personas que nos saludaban. Recuerdo que la mirábamos pensando qué hacía con ellos, entonces, me animé y le pregunté –Madre, ¿qué haces con todos los deseos de Navidad? –ella tomó mi mano y dijo –Los guardo en el cofre de los deseos, y a medida que se cumplen,  los saco de allí esperando que, algún día, quede vacío -. No me animé a preguntarle dónde guardaba ese cofre, si era grande o pequeño, de madera o se oxidaría con el tiempo. Ese era su gran secreto y  no quería defraudarla con tanta interrogación.

Sin darnos cuenta todo evoluciona y las tarjetas recibidas por correo, fueron cada vez menos, comenzaron a llegar por internet, y yo se las leía mientras ella anotaba los deseos tal como lo había hecho durante toda su vida. Los años pasaron para todos, muchas Navidades acumuladas en el recuerdo de mi madre que, ya anciana, seguía con su costumbre de guardarlos en su cofre.
Logramos ser una familia numerosa, ella disfrutaba mucho de sus nietos, lamentablemente faltaba papá, una cruel enfermedad nos había privado de su presencia física, pero no de su latente recuerdo.
La afinidad que siempre había tenido con mi madre hacía que ella, ya entrada en años, me hubiera considerado su confidente.
Otra Navidad y no puedo olvidar que tomó mis manos y dijo -Nunca te conté dónde guardo el cofre de los deseos y creo que llegó el momento de que tú lo sepas, es un lugar muy especial, dónde nadie lo puede encontrar ni abrir, lo guardo en mi alma y cuando ya no esté con ustedes,  sabrás que el último deseo que está allí se habrá cumplido –mientras decía esto sus ojos se llenaron de lágrimas y prosiguió– quiero que armes tu propio cofre con todos los deseos que recibas y los tuyos –finalizó la frase con voz quebrada-. No supe que contestar, me dejó consternado y a la vez asombrado ante la importancia de tan profundo secreto, respiré profundo y le prometí que comenzaría con mi cofre. Me cubrió con un abrazo infinito y profundo, como si fuera una despedida.
Ese, su último deseo,  pronto saldría de su cofre. De forma impensada, fue la última Navidad que compartimos.

Graciela Fioretti – Jyosti
25/12/2011

**Obra Registrada**

Con este relato culminan, por este año, las publicaciones sobre la Navidad. Deseo que hayan disfrutado de la secuencia de cartas y cuentos. Gracias y Feliz Navidad!

¡Feliz Navidad!

sábado, 17 de diciembre de 2011

Carta a Papá Noel (IV) - Muchos años y poca memoria



Querido Papá Noel:

Llegué, no recuerdo exactamente que día, a este asilo, y en esta silla de ruedas tengo mucha dificultad para desplazarme por los pasillos.
Todavía estoy en etapa de adaptación, mi familia no consiguió que me dieran un cuarto para estar sola y tengo una compañera que habla mucho y se la ve feliz, no recuerdo su nombre, se lo volveré a pregunta.
Prefiero no hablar con ella, estoy sumergida en una gran tristeza, me han despojado de mi lugar, dicen que aquí mejoraré, pero no les creo.

Ya tengo ochenta y cinco años, he perdido la memoria y se hace muy difícil recordar lo inmediato, el cerebro está gastado,  no funciona y me pongo tan nerviosa que me hace mal.
Para completar estos baches,  mis piernas dejaron de sostenerme, un poco de artrosis, la cadera reemplazada por una prótesis, dijeron los doctores que me recuperaré pero yo sé que, nunca más voy a poder caminar.
Mis hijos me repiten hasta el cansancio que tenga paciencia. Los miro pensando que no imaginan que la he perdido.
Ellos dicen que en este lugar me atenderán durante todo el día, estaré acompañada,  y cuando me recupere, me regresarán a mi departamento.
¡Extraño mucho mi hogar!, aquí no sé dónde han guardado mi ropa, no encuentro nada, ni el camino para ir al baño o al comedor.

El jardín que es muy grande, está lleno de árboles y flores pero quiero estar poco, hay muchas abejas, les temo muchísimo. Por la pequeña ventana veo al resto de los ocupantes que toman sol, algunos juegan al ajedrez, otros caminan y disfrutan. ¿Porqué no puedo disfrutar?, estoy embriagada de tristeza, se acerca la Navidad y los recuerdos, como catarata, inundan mi mente, lloro mucho, demasiado. No quiero que los demás me vean así. No acepto este sitio, las sombras que la noche esparce por los pasillos, me están buscando.

Papá Noel, ya soy anciana para escribirte, pero siempre lo hice.
Desde niña cumpliste con todo lo que te pedí que, no siempre, fueron regalos o juguetes, también me colmaste de alegría al ver mis deseos cumplidos, entre ellos, tener una hermosa familia.
Por esto, sé que no me fallarás, dile al “Ángel de la Navidad” que me venga a visitar para Nochebuena, sin maletas me iré con él, ya nadie me necesita.

Le deseo a toda mi familia una Feliz Navidad abrigando los recuerdos que, en su corazón, tengan de mí.


Graciela Fioretti – Jyosti
17/12/2011

**Obra registrada**

lunes, 12 de diciembre de 2011

Detrás de la montaña (micro-relato)


El andar se volvía cada vez más lento. Los pies cansados pedían un reposo pero era imposible detenerse, debía llegar a destino tal como se lo había propuesto.
Mientras ignoraba que el peso de la mochila le quitaba el aire, su mente se relajaba mirando la montaña que debía afrontar para llegar al otro lado. Allí estaba lo que hacía tantos años deseaba conocer. Había escuchado muchas historias sobre ese lago, decían que todo lo que se sumergía en sus aguas,  salía bañado en oro. Estaba dispuesto a averiguarlo, quería regresar como un héroe con grandes tesoros que le dieran popularidad.
Así, con un sueño como estandarte, soportó días de sol candente, lluvia, viento y noches extremadamente frías.
Con ímpetu fue bordeando el gran macizo, la eternidad se comparaba con ese desértico camino sin final, pero nada lo detendría.
Llegó exhausto, decepcionado descubrió que no había ningún lago, solamente una gran fosa con bordes irregulares y peligrosos, pensó que seguramente había existido, pero ahora estaba completamente seco. Se tapó la cara con las manos y comenzó a llorar.
Sin darse cuenta, se aproximó demasiado al borde, las rocas se fueron derrumbando bajo sus piernas;  polvo y rocas lo llevaron rápidamente hasta el fondo. Entonces entendió, antes de ser completamente sepultado que, detrás de la montaña, lo esperaba un destino fatal.

Graciela Fioretti / Jyosti
12/12/2011

**Obra Registrada**
**Foto de Isabel Soriano Botello (Wersemei)**

sábado, 10 de diciembre de 2011

Carta a Papá Noel (III) - Desde el Orfanato


Querido Papá Noel:

Nos han prohibido que escribamos cartas, es obvio que no tenemos a quién enviárselas, pero conseguimos que la cocinera nos diera un lápiz pequeño, casi sin punta, y papel para cumplir contigo.
Aquí estamos muy solos, nos hemos reunido, aprovechando que los que nos  cuidan están durmiendo, para escribirte. Tenemos mucho miedo que nos descubran y nos castiguen; luego pensaremos cómo despachar la carta, seguramente el repartidor de verduras nos hará este favor como un regalo de navidad.
Queremos contarte que, todos los días, estamos expectantes de que alguna nueva familia ingrese al Orfanato en busca de un niñ@ y luego inicie la adopción, se nos hace muy larga la espera. Además, los que todavía no tenemos esta suerte, comenzamos a extrañar a los que se van. Pero algunos regresan, no cumplen con lo que ellos esperan, no tenemos buenos modales, nadie nos enseña, solamente la rigidez de las voces nos sumerge en una gran desdicha llena de rebeldía.
Deseamos salir de este sitio, pero sabemos que tú no puedes regalarnos ese milagro, a cambio esperamos los juguetes para que una sonrisa se grabe en nuestro corazón que está vacío de emociones. Sabes que un poco de alegría, una vez al año, es lo que más anhelamos.
Aunque no tenemos arbolito de navidad, hay un afiche de uno que está muy roto, pero todos los años pedimos que lo peguen en la puerta de entrada al comedor, nos acompaña en Nochebuena, esa noche tenemos una comida diferente y además nos deleitamos con un trozo de pan dulce mientras miramos la foto del árbol e imaginamos sus luces encendidas.
Papá Noel, somos veinticinco niñ@s huérfanos, nuestra infancia es terrible, dicen que parecemos enfermos mentales, pero no es así, simplemente necesitamos llamar la atención, nos hace falta algo que sí puedes enviarnos por una noche: “Amor y comprensión”.
Se nos acabó el papel, te esperamos; recuerda que el Orfanato se llama: “Los pequeños Ángeles”.


Graciela Fioretti – Jyosti
10/12/2011

**Obra registrada**

Recuerdos de tu rostro II (poema)


El golpe sonó en estruendo,
casi he perdido el recuerdo,
pero lo que más lamento
que mi visión está ausente.

Se acerca la Navidad
todo el pueblo se engalana
y ante terrible tragedia
me encuentro sola, en esta cama.

Mi amor por ti es eterno,
mis hijos lo que más valoro,
te acercas amado esposo,
solo tengo, recuerdos de tu rostro.

¡Ángel de la Navidad!
has de venir en mi ayuda
en esta habitación desnuda
logro percibir tu figura.

¡Dame el milagro que pido!
Sé que tú puedes hacerlo
quiero ver, por última vez,
a todos mis seres queridos.

Impensado amanecer
bañada por rayos de sol.
Mientras mi alma te agradece,
Ángel, te veo esfumar… en el cielo.


Jyosti – Graciela Fioretti
10/12/2011

**Obra registrada**

** Para mis lectores, la versión en poema, de "Cuento de Navidad - Recuerdos de tu rostro", acompañado por la foto de Isabel Soriano Botello, a quien agradezco su aporte**

viernes, 9 de diciembre de 2011

Cuento de Navidad - Recuerdos de tu rostro


El pueblo era pequeño, unas pocas casas agrupadas en el centro, el resto esparcidas entre grandes parcelas de campo. Parecía que el tiempo se había detenido, allí no llegaba el progreso, pero los turistas caminaban sus calles durante todo el año comprando recuerdos de ese lugar tan pintoresco, dónde la historia estaba instaurada en cada ladrillo.

Otra Navidad se aproximaba, y todos los lugareños “vestían con guirnaldas” los frentes de las casas, absolutamente todo se iluminaba por las noches.
La tienda más grande era de Pascual, la conservaba tal como sus padres la habían construido,  y la seguía atendiendo junto a su esposa María.

Pascual tenía el rostro con surcos que, desde niño, se le habían formado de tanto reír, su piel trigueña soportaba el sol sin problemas, estaba siempre con aspecto bronceado, su nariz redonda y pequeña era acompañada por   grandes ojos azules que, ante su imponente cuerpo, se disipaban.
Cuando María lo conoció se enamoró a primera vista, ambos decían ser el uno para el otro, el complemento perfecto.
María era de aspecto frágil, su cuerpo pequeño pero de curvas prominentes atrapaba muchas miradas, nadie se detenía en su rostro de piel blanca,  grandes ojos verdes y el cabello rubio oscuro que le cubría los hombros como cascada que llega a su fin.

Unos días antes de Navidad, Pascual fue a buscar a sus hijos que estaban en el único lugar recreativo del pueblo mientras María cerraba el negocio. Como siempre lo hacía, iba caminando hasta su casa por el costado de la calle principal. Inesperadamente, un fuerte golpe, la hizo volar por el aire y su rostro pegó sobre el parabrisas de un auto descontrolado que intentó esquivarla pero no pudo. Quedó tirada sobre el empedrado con la cabeza ensangrentada y sin conocimiento.

No había hospital en el pueblo, solamente una salita de primeros auxilios, allí le hicieron las primeras curaciones pero debió ser trasladada de urgencia a la ciudad.

La noticia fue para Pascual como un puñal clavado en medio de su corazón, estaba destrozado. María tenía múltiples cortaduras en la cara y la nariz quebrada, pero la peor noticia fue la que le dio el Doctor del Hospital –Su esposa ha perdido la visión, tal vez, sea temporal por el traumatismo sufrido en la cabeza, debemos esperar la evolución–. La voz sonó como un huracán que arrasó el alma de Pascual, abrazó a sus hijos y trató de ser valiente para no flaquear.

Fueron pasando los días, María seguía internada, mejoraban muy bien sus heridas pero su vista seguía igual. Estaba aterrorizada por tanta desdicha pensando que ya no podría ayudar a su esposo con la tienda, su casa, sus hijos… todo se hacía incomprensible y solamente podía llorar en silencio.

Llegó la Nochebuena y Pascual fue con sus hijos a visitarla, ella estaba feliz por el amor que la rodeaba.
Antes de que se retiraran, le pidió a Pascual que se acercara y le esbozó al oído –Mi amado esposo, te veo como una foto arrasada en blanco y negro, solamente tengo recuerdos de tu rostro, me quedo con ellos en esta penumbra, esperando un milagro-. Le dio un beso nacido del gran amor que se profesaban y cerró los ojos.

Llegó la medianoche y la sorprendió con la vista fija sobre una de las blancas paredes de la habitación, repentinamente apareció una figura con alas que la estremeció, inmediatamente recordó que cuando era niña su abuela le contaba historias milagrosas sobre el “Ángel de la Navidad” y comenzó a hablarle,
-Ángel, sé que mis ojos están complicados, pero me gustaría que intercedieras con un milagro para esta Navidad, anhelo volver a ver a todos mis seres queridos, aunque sea por única vez-. Con las manos sobre su rostro se quedó dormida.

La mañana de Navidad, con mucho temor comenzó a abrir lentamente los ojos, y ante su asombro, vio los rayos de sol que entraban por la ventana.
-¡Muchas gracias!- dijo- mientras se esfumaba en el cielo… un ángel.

Graciela Fioretti – Jyosti
09/12/2011

**Obra registrada**

**Agradezco a Isabel Soriano Botello autora de la fotografía**
Puedes visitarla en: 

http://wersemei.es/



jueves, 8 de diciembre de 2011

Carta a Papá Noel (II) - Regálame un corazón


Querido Papá Noel:

Otra Navidad se aproxima y este año mi hijo no podrá escribirte. Me ha solicitado que lo reemplace, me cuesta mucho pero he decidido empuñar un bolígrafo y sobre este papel reciclado comenzar a trazar palabras.

Sé que tu misión es entregar regalos y juguetes y que tienes una gran fábrica en algún lugar, dónde el tiempo transcurre diferente, allí trabajan constantemente para llevárselos a los niños que esperan ilusionados lo que tanto desean y te han pedido por carta.

Se me hace muy difícil continuar, las lágrimas se escapan y transformadas en perlas hacen un collar que no me engalana, simplemente me asfixia de angustia. En la medida que vamos viviendo aceptamos lo que, impensadamente, toca la puerta y entra en nuestros hogares, pero jamás concebimos que sea fatal para un hijo.

Mi niño, ese que siempre te escribió esperanzado de obtener su regalo por haberse portado bien, pasar de grado en el colegio, ayudarme ordenando su cuarto, está en una lista.
No es una simple lista, es la de los que esperan un donante.
¡Cuánto sufro! Mientras escribo rezo, sabes que lo último que se pierde es la fe y la esperanza, pero su tiempo se acorta y estoy desesperada, necesito un milagro.

Él me ha dicho que te escriba, tal como me lo va dictando mientras puede, lo que desea para esta Navidad:
-Este año le he pedido a mamá que te escriba por mí, me cuesta mucho respirar y estar despierto, además veo tantas mangueras que entran en mi pequeño cuerpo que no puedo moverme, pero soy fuerte para que ella no sufra.
Quiero contarte que una tarde salí en la bicicleta que me habías dejado la última Navidad y tuve un fuerte dolor en el medio del pecho, cuando llegué a mi casa casi no podía respirar, recuerdo que mamá se asustó mucho y llamó una ambulancia. Desde ese día me encuentro aquí, no entiendo lo que los doctores dicen, son palabras que todavía no logro comprender, pero mamá y papá están muy tristes.
-Papá Noel, regálame un corazón para dárselo a los cirujanos y lo cambien por el mío que, se ha enfermado mucho, ya no me sirve para seguir viviendo.
Deseo que puedas encontrar mi regalo, mientras lo espero, antes de que mis ojitos se cierren, quisiera ver una sonrisa en el rostro de mamá, pero creo que no puede sonreír, ella deberá aguardar despierta.
Si no logras llegar a tiempo, no te preocupes... el cielo me espera.


Graciela Fioretti – Jyosti
08/12/2011

**Obra registrada**

martes, 6 de diciembre de 2011

Más que regalos (Carta a Papá Noel I)


Querido Papá Noel:

Faltan pocos días para la Navidad y me han dicho que debía escribirte una carta.
-¿Sabes algo? -no sé cómo hacerlo porque nunca tuve la posibilidad-.
Le he pedido a un amigo que me ayudara, pero me dijo que es muy fácil, solamente debo pedirte con pocas palabras… un juguete.
-¿Un juguete? - pensé un poco preocupado por tan absurdo pedido-.
Yo no creo que ahora necesite uno. De niño nunca tuve juguetes, porque a mi precaria casita tú nunca viniste para Navidad, seguramente pasaste muy de prisa para cumplir con lo solicitado en las cartas de otros niños.

Por ese entonces, nadie se acordaba de armar un árbol de Navidad, además no lo teníamos. Entre la mugre de mis delgadas piernas sostenía una estrella que había encontrado en la calle, estaba bastante gastada y tenía un par de puntas rotas, pero la mantenía allí hasta la medianoche con la esperanza de tener por milagro, un plato con comida.

Se hacía muy difícil por aquellos tiempos que mi madre pudiera darnos a mis seis hermanos y a mí una niñez más digna.
-¿Pero qué te digo? –discúlpame-. Tal vez, no sepas lo difícil que es intentar dormir sin haber ingerido nada sólido, solamente unos pequeños sorbos de sopa caliente y a la cama, en realidad no teníamos cama, todos nos acurrucábamos sobre unas maderas que estaban cubiertas por trapos y nos tapábamos con una colcha vieja que, de tanto uso, tenía más agujeros que el techo.

No podíamos ir a la escuela, estaba muy lejos de la casita y no había dinero para calzado, nos cubríamos los pies con medias rotas, una sobre otra. Así pasaron tantos días con sus noches y nunca dejé de soñar que algún día,  tendría lo suficiente para salir de tanta miseria.
¡Cuánta desdicha!, tuve una niñez diferente a la de muchos niños, pero igual a la de otros que aún viven con muchas carencias.

Papá Noel, necesito que pongas en la bolsa que llevas, algo más que juguetes y regalos. 
-¡Ya sé lo que voy a pedirte! -Quiero que recorras los hogares pobres y  les concedas un milagro para que todos puedan tener un plato de comida a diario.

-Sé que no me fallarás-. Porque en esta gran tienda de regalos, no tengo lo que acabo de pedirte.
Hasta la próxima Navidad. Seguramente me recordarás… soy el dueño de la casa de juguetes.


Graciela Fioretti – Jyosti
06/12/2011

**Obra registrada**

domingo, 4 de diciembre de 2011

El Gran Pez (micro-relato)


Aquella tarde se preveía con señales de buena pesca. Todos los asiduos pescadores estaban expectantes y ansiosos. Heraldo  se sumó al reducido grupo, había decidido desconectarse de su carga de trabajo cotidiano, así comenzó una aventura en medio del Delta del Río Paraná; encontrar al “gran pez” que, como una leyenda, habitaba en la profundidad de esas aguas.
Se instaló el silencio, ante tanta tranquilidad Heraldo se quedó con la mirada fija en el extremo de la caña de pescar  mientras el sol marcaba con reflejos su rostro cobrizo.
Repentinamente,  un leve movimiento de la caña le generó un sobresalto, se puso de pie mientras los rápidos sacudones debajo del agua no cesaban,  lo que capturó había empezado a pelear por su vida.
Comenzó a recoger la línea ante la mirada atónita de los demás, tenía que cansarlo,  la emoción hizo una descarga de adrenalina que desbordó su ser completo, dejó de escuchar las instrucciones de los más experimentados, respiró profundo y trajo a la presa que no cesó de luchar  hasta que lo recogieron con el “copo”-
 -¡Wow!- se escuchó al unísono.
Nadie podía creer que ese “gran pez” era una Hoplias Malabaricus de seis kilogramos.
Mientras lo sostenía para la foto como un gran trofeo quedó motivado para la próxima pesca.

Graciela Fioretti / Jyosti
04/12/2011

**Obra registrada**

**Dedicado a H.B. La foto pertenece a un Patí, si consigo la imagen de la Hoplias Malabaricus (Tararira), será reemplazada.**

sábado, 3 de diciembre de 2011

Esencia de "Médico"


En este día de cansancio y reflexión
por hacer malabares con la vida.
Sumergido el sacrificio
dejando atrás la soberbia
instrumento del alivio
sin conocer el desprecio
que muchas veces consuela.

Para aquellos que te buscan
pensando que eres el paliativo.
Para aquellos que soportan
el acontecer del misterio,
entre cuerpos atrapados
por males que se reparten
entre la sonrisa y el duelo.

Entre tantos atardeceres
y desvelos eternos,
entre la vida que nace
y los que lloran la muerte,
siempre estarás allí
entendiendo el devenir
como médico que eres.

Porque siendo permanente
gran  amigo y confidente,
guardando nuestros secretos
del dolor que no mitiga,
pensando que en el final
tú sostendrás nuestras almas,
si ellas quieren escapar.

Graciela Fioretti / Jyosti
03/12/2011

**El  03/12/2011 en Argentina es el día del Médico, para todos ellos y los médicos del mundo, este poema y un “Feliz Día”.**


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